miércoles, 2 de marzo de 2016

LA RISA Y LAS LÁGRIMAS, LA VIDA Y LA MUERTE


La imagen del payaso se opone a las lágrimas, también un motivo consuetudinario de los tatuajes. Las lágrimas tatuadas se emplazan en sitios visibles del cuerpo. Generalmente en el rostro. El payaso se ubica en zonas que la ropa oculta. El payaso es motivo de graffitis, en las paredes y otros espacios públicos. Y se dibuja en el cuerpo o en la casa -de alguna manera, materialización del cuerpo familiar- siempre en grandes dimensiones.

Las lágrimas jamás se dibujan sobre objetos y, tatuadas en el rostro, no exceden de su tamaño natural. Remiten a lo real humano y su representación está constreñida por la experiencia inmediata y sus reglas, por las exigencias del sentido de realidad. Las lágrimas representan lo que Reguillo definió como la dimensión terrenal, elementos que rodean la cotidianidad de los actores y que son en alguna medida constatables. El payaso evoca lo fantástico, las aspiraciones, el salto de la imaginación -más catapultada aún por la droga- y el estado excepcional que es la fiesta. Su risa -la que muestra y la que está destinado a provocar- es provocadora. Es un desafío a la comunidad de los severos, ortodoxos y sujetos a las normativas más rígidas.

La risa era considerada ilícita por el venerable Jorge, recalcitrante monje de El nombre de la rosa, quien también despreciaba esos dragones, tigres y demás animales fantásticos que antes adornaban la arquitectura religiosa medieval y ahora reaparecen como imágenes inspiradoras de los tatuajes. Para el venerable Jorge, la risa sacude el cuerpo, deforma los rasgos de la cara, hace que el hombre parezca un mono. La risa es signo de estulticia. El que ríe no cree en aquello de lo que ríe, pero tampoco lo odia. La verdad y el bien no mueven a risa. Por eso Cristo no reía. La risa fomenta la duda. En definitiva, el venerable Jorge pensaba que la risa nos acaba arrastrando a una fiesta de locos. Y los locos, como los pandilleros, suelen desafiar el orden establecido.

Vladimir Propp estudió el sentido -o los sentidos- de la risa en la tradición popular de los cuentos folklóricos rusos, europeos y de otras culturas. En su análisis del cuento de la princesa Nemesyana -en ruso significa que no ríe-, Propp analiza los usos y desusos de la risa, su papel y el significado de su prohibición: Podemos observar que el vivo que penetra en el reino de los muertos debe ocultar que está vivo, en caso contrario provocará la ira de los moradores de este reino como un ser impío que ha atravesado el umbral de lo prohibido. Al reírse se delata como vivo.

Propp encontró que la risa prohibida ritualmente no sólo se da en los relatos, sino en la vida ritual, sobre todo en los ritos que representan el descenso a la región de la muerte y el retorno de ella: ritos de iniciación de los jóvenes cuando alcanzan la madurez sexual. La risa no sólo acompaña el ingreso a la vida, también lo provoca. La risa, prohibida en la región de la muerte, acompaña el paso de la muerte a la vida.

Entre las pandillas, el payaso que ríe refleja un anhelo por dar ese paso de la muerte a la vida. Por transformar las lágrimas en risa. El antropólogo Desmond Morris sostiene que la sonrisa y la risa son señales únicas y bastante especializadas; en cambio, el llanto lo compartimos con millares de especies. El llanto es más espontáneo y su manifestación es más precoz: Las manifestaciones rítmicas de llanto se manifiestan desde el momento de nacer. La sonrisa llega más tarde, aproximadamente a las cinco semanas. La risa no aparece hasta el tercer o cuarto mes. La risa y el llanto comparten el hecho de ser reacciones emocionales, contracciones musculares, acompañadas de apertura de la boca, respiración exagerada y, a veces, humedad en los ojos. Y aunque se dice lloró de tanto reír, el cronograma evolutivo sugiere que reímos de tanto llorar. El payaso que ríe evoca esa evolución, y por eso es un ideal para el pandillero que lo tatúa en su cuerpo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario